HOY HA VUELTO A PASAR…
…hoy te vuelves a enfrentar a
algo que ni yo mismo puedo entender. Te miro mientras miras las imágenes con
las que nos bombardean, y la primera decisión a la que me enfrento no es fácil,
y sólo es la primera. Te aíslo, te alejo de la ventana sobreinformada de la
televisión, te oculto el dolor y la sangre, las lágrimas y el sufrimiento, o
dejo que te enfrentes a la realidad que tarde o temprano te llegará, te llegará
en el colegio o en el parque, te llegará en los comentarios de quien te rodea.
No, tú, como todos, también tienes derecho a que se te informe, también tienes
derecho a saber qué pasa y de qué hablan, también tienes derecho a conocer y a
formarte una opinión, una idea, un concepto de lo que es el mundo, y también
tienes derecho a descubrir que el mundo no siempre nos gusta. Y yo debería
tener derecho a una información sin exceso de sangre, ni de lágrimas, ni de dolor, ni de sufrimiento, debería tener el derecho de
compartir contigo la misma información que me llega, a sentarme delante del
televisor y compartir contigo el dolor que siento y que sienten las otras
personas. Pero, al menos de momento, a ambos nos niegan ese derecho y
convierten la información en un reality
show, sin distinguir la reality
del show, show que se convierte en
más macabro que la propia realidad, y que veo cómo va generando inquietud,
desconcierto y miedo en tu cara.
Aun así decido y quiero que
sepas, aun así compartiré la información, compartiré todo lo que sé, seré
honesto contigo, porque mereces saber, comprender, valorar. Así que te miro
mientras tu miras sin comprender lo que ves, intento mirar todas las preguntas
y dudas que se agolpan en tu cabeza, intento comprender tu incomprensión y me
enfrento a mi miedo, miedo a que comprendas de verdad qué ha pasado. Lucho con
mi impulso de sobreprotegerte, a ti, a tu inocencia, y por fin me doy cuenta de
que la mejor forma de hacerlo es evitando el miedo del no comprender o, aún peor,
evitando que tu descubras solo, que tú te enfrentes solo al mundo. Así que sí,
doy un paso al frente y decido estar contigo. Eso sí, de momento solos tú y yo,
sin imágenes, sin noticias, empecemos los dos a solas. Espero tus preguntas,
ojalá lleguen, eso haría mucho más fácil todo, me dirías qué necesitas saber,
me dirías que tengo que contarte, el cómo ya es cosa mía. Pero a veces
esas preguntas no llegan, quizá porque
son tan grandes que entiendo que es difícil traducirlas a palabras. Te ayudo a
ello, ya sabes, esto es cosa de dos, tú y yo de nuevo, tan natural como otras
cuestiones que ya hemos superado juntos. “¿Qué crees que ha pasado?”, cuéntame
lo que sabes, lo que ves, lo que percibes, cuéntame que te escucho, que te
ayudo, que te explico. Sigo contándote, sigo lo que me dices y matizo tus
palabras, a veces las amplío. “Muchas personas han muerto, por eso la gente
está triste, es normal que cuando alguien muere, sobre todo si es alguien
querido, nos pongamos tristes y tengamos ganas de llorar, porque a las personas
que mueren no las volveremos a ver”. Adoro tu naturalidad compartida, que
respondas con naturalidad a mi naturalidad, eso nos hace sentirnos cómodos,
seguros, aunque lo que hablemos sea todo lo contrario. Gracias por preguntarme,
gracias por guiarme, gracias por conversar, ¿qué es morirse? ¿qué es un
atentado?, ¿los heridos se van a sus casas? Te contesto, sincera y honestamente,
nada de mentiras. Morirse es no volver más, atentado es que alguien mata a
otras personas para que los demás nos asustemos, algunos heridos irán a casa,
otros al hospital… Me aseguro que me entiendas y de que yo te estoy
entendiendo, que respondo exactamente a lo que preguntas, que no hay tabús,
aunque sí que la información sea la justa para que puedas asimilarla, que nos
acompañemos el uno al otro. Te miro, casi puedo ver cómo crece tu comprensión
del mundo, incluida la parte que no nos gusta, y que eso te hace más fuerte
para poder preservar tu inocencia con tus armas, con tus herramientas, con mi
ayuda. Sé que sabrás mantenerla a salvo, sé que volverás a jugar y a reír,
porque el miedo no invadirá ese territorio, porque los terroristas no ganarán
esa batalla en tu interior.
Al fin llega la pregunta, la que
no tiene respuesta, la que ni yo sé responder “¿Por qué las personas hacen
atentados?” Sólo puedo compartir mi
propia ignorancia, no lo sé. Vuelves a ser generoso conmigo y hablas, comentas,
dices, y por fin comprendemos que no sabemos por qué, que quizá no haya una
respuesta que nos valga, porque nada vale cuando se mata a otra persona.
Y también llega la pregunta que
incluso a mí me da miedo contestar “¿Había niños en el atentado?”. No sé qué me
da más miedo, si la pregunta o la respuesta, no sé quién tendrá más miedo
después, si tú al descubrir que quizá también estás en peligro o yo, que
descubro que algo así te puede pasar. Vaya, otra cosa que compartimos, un mismo
miedo. En este caso no lo sé, pero puede haberlos y cuando los haya te lo diré,
y también te diré que tú estás a salvo, que estás conmigo.
Ahora sí, ahora podemos sentarnos
y compartir las mismas imágenes sobrecargadas, ahora puedo compartir contigo mi
dolor por las más de cien personas muertas, por los familiares que lloran, por
los vecinos asustados. Ahora sé que cuando te hablen de los atentados de París,
o cuando escuches hablar de ellos, no sentirás miedo por no saber qué es, por
no saber si te pasará a ti, por no saber por qué yo no te hablé de ello. Ahora
podrás sentir lo que quieras sentir por los más de cien muertos: pena,
tristeza, rabia, incredulidad, estupor, o lo que sea que sientas. Pero también
sabré que te sentirás seguro y que si no es así, vendrás a mí a preguntarme, a
decirme, a compartir conmigo.
A modo de resumen:
• Ni debemos ni podemos proteger a nuestros niños1
de esas imágenes y de esas informaciones.
• Para abordar el tema, debemos intentar que las
niñas nos hagan las preguntas que necesiten hacer. Para ello podemos dar pie a
una conversación diciendo algo como: ¿Has visto algo en la tele que te haya
llamado mucho la atención?
• Dar a los niños a posibilidad de hablar.
•
Escucharles y transmitirles que nos interesan
sus opiniones.
•
Dejar que expresen sus sentimientos y animarles
a hacerlo.
•
Responderles siempre de forma sincera, honesta,
sin rodeos y sin mentiras.
•
Utilizar un lenguaje sencillo y sin exceso de
dramatismo.
•
No decir expresiones del tipo: “Tranquila, que
esto nunca va a suceder aquí”
• No siempre tenemos que tener la respuesta a sus
preguntas. Ante una pregunta del tipo “¿Por qué unas personas matan a otras?”,
hay que ser honestos y responder algo como “Yo eso te lo puedo responder,
porque tampoco lo entiendo”.
•
No ir más allá de lo que los niños quieran
saber.
[1] Para que la lectura del texto resulte
más sencilla, se ha evitado utilizar conjuntamente el género femenino y
masculino en aquellos términos que admiten ambas posibilidades. Así, cuando se
habla de “niño”, se entiende que se refiere al niño y a la niña, y aludir a la
“niña” no excluye la existencia de “niños”.
Daniel Fernández Moreno (Psicólogo)
Angélica Rodríguez
García (Psicóloga)
Natalia Lorenzo Ruiz (Psicóloga)
Grupo
de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes (GIPEC)
del Colegio Oficial de Psicólogos del Principado
de Asturias
___________________________________________________________________________
ASINPEC
(Asociación para la Intervención Psicológica en
Urgencias, Emergencias, Crisis y Desastres) www.asinpec.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario